Era tremenda aquella conversación
donde todos los músculos del cuerpo
se resentían de la charla.
El dolor tiene su propio idioma,
se hace entender, no calla.
Contrarresta cada uno de los argumentos,
rebate cualquier salida, se lleva la razón y el juicio.
Se manifiesta sin consideración cuando
los demás solo pretenden hallar silencio.
© María Luisa Domínguez Borrallo