sobre el preludio tácito y manoseado
de la herrumbre de mis huesos.
Cayeron las vendas de Lázaro
y el cadáver que caminaba sin control
por las tinieblas sin corromperse.
Hacía falta un milagro,
entonces me sonreíste, y yo fui musa.
© María Luisa Domínguez Borrallo
© Fotografía de la autora |