La soledad está bordada
de silencios, pequeños pespuntes
en una colcha, que no cubre
el perímetro de esta cama
de conciencia disoluta.
El tiempo disipa y desata
sin pudor y a conveniencia,
los tornados donde yacen
los anhelos y las tardes
de lluvia, que limpian tu cara.
Cada verdad y mentira cuentan
con puertas de entrada y salida.
Solo el tiempo descorrerá
los velos de las incertidumbres:
unos mostrarán su sexo
sin pudor, otros lo cubrirán
con las manos de la vergüenza.
© María Luisa Domínguez Borrallo