Dibújame un beso en el tiempo
que nos quisimos.
Una caricia en las oquedades de nuestros
costados desnudos de abrazos.
Dibuja un río de dedos entrelazados,
en las esquinas trasnochadas
de nuestras espumas volátiles.
Mata el pánico frío de las excusas
El cielo tiene ojos brillantes
con puntas que se clavan
en nuestras noches.
Sé que a veces sangras,
yo salgo a sangrar con cada luna.
Mecimos el amor hasta dormirlo
¡Dime amor mío que duerme!
¡Qué despertará, que no es cadáver!
El dolor es nuestro patrimonio,
la herencia de dos herejes que aúllan
a una noche, a los que el tiempo perdió.
© María Luisa Domínguez Borrallo