escondieron
el cadáver,
lo llevaron lejos, pero aquel olor
ya les acompañaría siempre.
Uno de tantos
crímenes pasionales
por miedo, por omisión.
Luego vino la venganza,
las mareas negras y toda
clase de cataclismos.
Hubo de todo
menos un entierro decente.
Olía a muerto:
y ellos eran el cadáver.
© María Luisa Domínguez Borrallo
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