Sucede que te miro
y me anclo en tus ojos,
que me vuelvo manos,
corazón y dedos
que quieren cruzar
tus desiertos.
Sucede que me pierdo
si no me pierdes,
y que si te pierdes tú,
siempre te encuentro.
Sucede que me aprietas
las ganas y que la
imprudencia
asalta las fronteras de
la razón.
Y los bosques se tornan
rojos,
torpes los gestos,
inmediatos.
Mis células reaccionan
a tu ADN
y mi dirección IP deja
de usarse
en una sola computadora.